El ciclo «Jerez, Siempre» profundiza en las intervenciones arqueológicas y de rehabilitación de la Cartuja

2 de diciembre de 2025

Diego Bejarano y Miguel Ángel López recorren la historia oculta y la recuperación arquitectónica del monumento más emblemático de la ciudad

La Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras acogió una nueva sesión del ciclo «Jerez, Siempre», organizado en colaboración con el Centro de Estudios Históricos Jerezanos en la tarde del 2 de diciembre de 2025. Bajo el título «Isaías, 53: La Cartuja como siervo doliente. Intervenciones arqueológicas y de rehabilitación», los ponentes Diego Bejarano Gueimúndez y Miguel Ángel López Barba ofrecieron un recorrido exhaustivo por la historia oculta y la recuperación arquitectónica del monumento más emblemático de la ciudad.

El acto, que contó con la presentación del académico de número Javier J. López de Eguileta, puso el foco en dos vertientes fundamentales: la Cartuja como yacimiento arqueológico que trasciende al propio edificio cristiano, y el arduo proceso de recuperación tras un siglo XIX marcado por el abandono.

El arqueólogo Diego Bejarano Gueimúndez inició su intervención contextualizando la ubicación del monumento, no solo desde una perspectiva geográfica, sino legislativa, destacando la importancia de la normativa vigente para explicar las intervenciones realizadas en la década de los 2000. Bejarano subrayó la singularidad del enclave: «El Monasterio de la Cartuja se enclava en un verdadero cruce de caminos. Es una cosa increíble. Está situado no solo en cruces terrestres, sino también fluviales; está en las riberas del Guadalete, que actúa como una vía de comunicación en época antigua».


Durante su ponencia, desgranó el concepto de «La Cartuja antes de la Cartuja», revelando que el monasterio se asienta sobre una villa romana de gran entidad. El arqueólogo destacó que el lugar posee una «riqueza agropecuaria increíble» y una posición estratégica que conecta la Bahía de Cádiz con la Campiña y la Sierra, lo que explica la dispersión de material romano, incluyendo el hallazgo de mosaicos y cerámica en las propias dependencias conventuales.


Uno de los momentos más destacados de su intervención llegó con el análisis del célebre torso romano hallado en el recinto. Bejarano lo calificó como «una de las piezas más interesantes, una de las grandes piezas que tiene el Museo Arqueológico de Jerez», describiéndolo como un torso de mármol blanco de complexión atlética, posiblemente vinculado a la figura de Neptuno y fechado en el reinado de Calígula. «Aunque puede que no sea el caso concreto de la villa que hay en el monasterio, sí nos da una idea de la importancia que puede llegar a tener cuando estatuaria de este calibre aparece entre los restos», ha afirmado.

Del esplendor a la ruina: el siglo XIX

Por su parte, Miguel Ángel López Barba centró su discurso en lo que ha denominado la «etapa de abandono y ruina», tomando el relevo histórico del momento de esplendor de la Orden. López Barba situó el inicio de la decadencia en 1810 con la invasión francesa, que convirtió el monasterio en cuadras y cuartel, seguido por la Desamortización de Mendizábal en 1835, fecha clave para el deterioro del conjunto.


El arquitecto relató con crudeza el destino del patrimonio cartujano: «A partir de aquí comienza un expolio tanto oficial como vandálico. Los cuadros de Zurbarán se dispersan por el mundo... Y como 'summum' del destrozo, el desmontado y cortado a trozos del maravilloso retablo principal de la iglesia para ser quemado en las panaderías de Jerez para hacer pan».

López Barba explicó los usos alternativos que sufrió el edificio —cárcel, acuartelamiento y Depósito de Sementales— y matizó la declaración de Monumento Histórico Artístico de 1856: «No nos equivoquemos: se declara Monumento porque si no, se llega a vender como polvero para la venta de todos los materiales». No fue hasta finales del siglo XIX, con el nombramiento de Francisco Hernández Rubio como arquitecto conservador, cuando se tomó conciencia real de la necesidad de salvar un edificio que se encontraba «completamente en ruina», con la iglesia desnuda y galerías derrumbadas.


La sesión concluyó con una exposición de las últimas intervenciones de restauración y arqueológicas, como la realizada en el Claustro Grande en 2019, y con un llamamiento unánime de ambos conferenciantes sobre las acciones imprescindibles para asegurar la supervivencia de este tesoro patrimonial para las generaciones venideras.