El doctor en Humanidades retoma las fuentes árabes medievales para argumentar que el enfrentamiento entre Rodrigo y Ṭāriq b. Ziyād ocurrió en tierras jerezanas, a orillas del célebre río
La Real Academia San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras abría sus puertas para profundizar en la historia de Jerez gracias a la conferencia que Miguel Ángel Borrego Soto ofrecía en la tarde del martes 10 de junio de 2025 bajo el título «Pero… ¿dónde aconteció la batalla del Guadalete?».
Miguel Ángel Borrego Soto es doctor en Humanidades por la Universidad de Cádiz, Máster en Patrimonio Histórico-Arqueológico por dicha Universidad, licenciado en Filología Semítica e Hispánica por la Universidad de Granada, académico Correspondiente de la Academia Andaluza de la Historia, Socio Numerario de la Sociedad Española de Estudios Árabes y de la Sociedad Española de Estudios Medievales, así como miembro del Centro de Estudios Históricos Jerezanos.
La presentación del ponente estuvo a cargo de Eugenio Vega Geán, Académico de Número de la Real Academia San Dionisio, y el acto estuvo presidido una vez más por Juan Salido Freyre, presidente de la corporación jerezana.
La batalla del Guadalete, ocurrida en el año 711 entre las tropas del rey Rodrigo y las de Ṭāriq b. Ziyād, ha sido tradicionalmente considerada el inicio de la conquista musulmana de la Península Ibérica. Sin embargo, y pese a su importancia decisiva, aún hoy se debate su emplazamiento exacto.
Durante siglos, las fuentes identificaron el lugar del combate con el río Guadalete, en la antigua Cora de Sidonia, cerca de Jerez o Arcos. Sin embargo, en el siglo XIX se impuso una nueva teoría, defendida por autores como Gayangos, Dozy o Saavedra, que situaron la batalla en la laguna de La Janda y el entorno de Barbate, confundiendo topónimos árabes como al-Buḥayra o wādī Bakka con el wādī Lakka citado por las fuentes.
En esta conferencia, el doctor Miguel Ángel Borrego Soto retomó el testimonio de las crónicas árabes medievales y de geógrafos como al-Ḥimyarī, Ibn Ḥayyān o al-Zuhrī, para demostrar que, no solo existe una ciudad llamada Lakka y un wādī Lakka perfectamente documentado, sino que ambos coinciden con el actual río Guadalete y su entorno inmediato.
Desde los primeros compases de la conferencia, Borrego Soto puso de manifiesto la controversia histórica en torno al emplazamiento exacto del enfrentamiento: «¿Pero dónde aconteció la batalla del Guadalete, no? Es una pregunta que se hacen los investigadores, los historiadores, desde hace relativamente poco tiempo, sobre todo a partir del siglo XIX, que es cuando empezaron las dudas con esta localización de la batalla», señaló.
El conferenciante apuntó que a lo largo del tiempo se han planteado múltiples hipótesis sobre este escenario, algunas bien argumentadas, otras claramente desacertadas. Reconoció, además, que incluso en el siglo XIX, cuando comenzó a cuestionarse que la batalla tuviese lugar en las inmediaciones del Guadalete, se cometieron errores interpretativos que él mismo se propuso aclarar y corregir a lo largo de su disertación.
Miguel Ángel Borrego recordó que, más allá de su valor militar, la batalla del Guadalete ha tenido un profundo impacto historiográfico y cultural: «Ha tenido una repercusión en las artes, en las letras, en la literatura y en la pintura», afirmó, aludiendo especialmente al auge de representaciones del rey Rodrigo durante el siglo XIX, momento en el que el debate sobre la ubicación se reavivó en paralelo al despertar del nacionalismo español. «Aunque fue derrotado, se presenta como un auténtico mártir de aquella batalla», explicó, interpretando así el modo en que los eruditos de la época construyeron una narrativa simbólica en torno al último monarca visigodo.
El ponente defendió una hipótesis renovada: la batalla no tuvo lugar en la costa, ni en La Janda, sino en los Llanos de Caulina, La Ina o la Gredera, en el término de Jerez, un espacio coherente con la topografía descrita, la movilidad de los ejércitos y las fuentes originales. A pesar de la solidez de estas evidencias, hasta hoy no se ha hallado rastro arqueológico claro, lo que lleva a plantearse si la propia historiografía no ha contribuido, por intereses o errores, a desdibujar el verdadero escenario de este hecho fundacional.
Desde un enfoque filológico e historiográfico, Borrego repasó críticamente las fuentes latinas y árabes —entre ellas la crónica mozárabe del 754, los textos de Ibn Abd al-Hakam, Ahmad al-Razi, Ibn Hayyan o el Fath al-Andalus—, mostrando cómo los distintos autores antiguos ofrecieron versiones divergentes e incluso contradictorias sobre el escenario del combate entre Tariq y Rodrigo. Así, afirmó que el nombre Guadilacca, mencionado en diversas fuentes árabes, correspondería al actual Guadalete, y defendió la necesidad de situar el enfrentamiento en el entorno de Jerez de la Frontera, frente a las teorías que lo ubican en la Laguna de La Janda o en el Campo de Gibraltar.
En la parte final de su intervención, Miguel Ángel Borrego expuso de manera firme su hipótesis sobre el lugar más probable donde tuvo lugar la célebre batalla del año 711. A partir del estudio filológico de las fuentes árabes y de la toponimia conservada en el entorno de Jerez, el conferenciante argumentó que Lakka —ciudad mencionada por al-Himyarī— no se refería a una laguna, como se creyó durante el siglo XIX, sino a un núcleo urbano del que hoy podrían subsistir vestigios en las ruinas de Gibalbín. Según explicó, a los pies de este enclave nacen varios cursos de agua citados en las crónicas medievales, como el Salado de Caulina, el Badalejo o el Guadilaca, afluentes todos del actual Guadalete.
Borrego señaló los Llanos de Caulina y los Llanos de La Ina como espacios idóneos para situar el enfrentamiento, por su cercanía a esos topónimos y por su coherencia con la descripción geográfica ofrecida en las crónicas. «Yo estoy convencido de que, si hacemos caso a los textos árabes, las tropas se encontraron en el vado de Medina, el paso natural desde el sur de la provincia», afirmó, sugiriendo que ese punto estratégico pudo marcar el inicio del choque entre visigodos y musulmanes.
Además, planteó que el impacto histórico de la batalla habría sido tan profundo que el nombre Guadilaca —originalmente ligado a un afluente— pudo extenderse a todo el curso del actual Guadalete. Frente a esta hipótesis, Borrego descartó las ubicaciones propuestas en La Janda y su entorno, como Barbate o Albuhaira, ya que «la toponimia es allí clarísima y no guarda relación con los hechos descritos en las fuentes». Por el contrario, en el entorno de Jerez —añadió— «conservamos prácticamente todos los topónimos» citados en los textos árabes, lo que refuerza su propuesta.
Con una combinación de rigor filológico, conocimiento arqueológico y análisis historiográfico, el doctor Borrego cerró su intervención invitando a replantear una de las grandes incógnitas de la historia peninsular: el verdadero escenario de la batalla que marcó el inicio de al-Ándalus.